¿Tiene Occidente remedios propios para el reciclaje de sus residuos? Ya no es una solución alejar el problema.

La decisión en 2018 del gobierno de China de prohibir la importación de plásticos y otros residuos ha provocado un auténtico terremoto mundial en el sistema de reciclaje que afecta a todo el planeta. Esta catástrofe sigue estando en plena actividad, pues las soluciones parciales de la localización en otros puntos de Asia de las antiguas plantas chinas no han solucionado el problema y el resto de los países generadores de desechos no han modificado su actuación.

El bloqueo de los flujos de basuras que tenían como destino las plantas de tratamiento en el gigante asiático fueron redirigidos a otros puntos del sudeste de Asia, caso de Malasia, principal destino de las compañías de reciclaje chinas buscando una nueva ubicación en legislaciones más permisivas. El efecto inmediato han sido montañas de basuras de envases plásticos provenientes del Primer Mundo en pequeñas poblaciones, que se acumulan junto a los centros de tratamiento de plástico, convirtiendo el paisaje en chimeneas emisoras de humo tóxico a pleno rendimiento.

Una situación que se ha repetido en otros países del área, cuyo impacto medioambiental y la magnitud del problema es tanto más importante cuanto más laxa sea su política de regulación de los vertidos de residuos plásticos.

Este panorama es una muestra de la falta de soluciones en el mundo occidental. El cierre de China cómo receptor de los desechos plásticos ha servido para demostrar que hasta ahora la “mejor baza” para reciclar era el enviar la basura lejos. Una vez que no se puede, o que los destinos alejados no tienen la misma capacidad receptora que tenía la República Popular, se hace más evidente la precariedad de Occidente en remedios propios para el reciclaje, y la constatación de que los circuitos de reciclaje van muy por detrás de la producción de plástico.